domingo, 18 de febrero de 2007

Fines de Semana

Los fines de semana aprovecho para recorrer y conocer las partes nuevas de Rivas. Ya que mis vecinos en obras perpetuas y mi perro desconocen el significado de levantarse tarde, a eso de las ocho y media ya estoy preparado para salir a descubrir nuevos horizontes. Echo de menos mi etapa en el extranjero, cuando dedicaba la mañana de los domingos a "faire la grasse matinée", expresión que no tiene traducción fácil al español y que se combina muy bien con la filosofía anglosajona del "brunch" (por cierto, ¿para cuando un local en Rivas que ofrezca un brunch en condiciones?).

Pues éso, que me visto de domingo (ropa de deporte cómoda) y empiezo el recorrido por la calle en la que vivo, viendo el resultado del botellón sabatino en paradas de autobuses y en los jardines (ver mi antepenúltimo post....). Da un poco de pena el que el paisaje de una mañana hermosa, con un cielo extrañamente límpido y luminoso no pueda combinarse con un verde sin matices de latas de refrescos y bolsas del Mc Donalds.

Me cruzo con mi vecino. Por supuesto, lleva el perro suelto y el bendito animal descarga sus poderosos intestinos en plena acera antes de abalanzarse sobre mi pobre perro. Antes de que salgan de su boca las habituales disculpas, yo le ahorro el trabajo: "sí, ya sé que solamente quiere jugar y que no hace nada". Esbozo una sonrisa de compromiso y me despido educadamente, mientras que el troll que llevo dentro me recrimina el no haberle mentado a su parentela por orden genealógico...

Tras un rato de camino entre aceras estrechas y bastante deterioradas, llego a una zona en plena construcción. El antiguo campo en el que mi perro y yo paseábamos por las tardes ahora está vallado y repleto de dumpers, palés y grúas. De los pequeños árboles que crecían en libertad por el sendero no queda ni rastro. Allá, en el horizonte, las torres de la Ciudad Deportiva ocultan la silueta de una sierra sin nieve en Febrero, mientras que aviones en silenciosa procesión se suceden sin descanso sobre el corredor del Henares.

Los almendros ya están en flor y los árboles muestran pequeños brotes verdes un mes antes de la primavera. En el periódico se comenta con cierta despreocupación que los restaurantes gallegos de Madrid ya ofrecen lamprea en el menú. Dos hechos muy alejados entre sí, pero que en realidad están íntimamente emparentados. La lamprea solía aparecer en las rías gallegas a finales de marzo, y este año se ha adelantado un mes. Me resulta curioso el tono de los artículos sobre el cambio climático, totalmente desprovistos de cualquier inquietud, limitándose a constatar un hecho. Me recuerdan a los artículos que leía en la hemeroteca sobre los meses previos a la guerra civil o a la II Guerra Mundial, en los que resultaba evidente lo que sucedería después a los ojos de un lector del futuro. Me pregunto qué dirán los lectores de estos períodicos dentro de 50 años. Espero que nos lean con indulgencia...

El olor de las flores de los almendros me inspira pensamientos positivos y por un momento olvido el sentimiento de pérdida que aflora cada vez que veo un rincón de mi pasado perdido para siempre. Con un suave tirón de correa indico a mi perro que hay que emprender la marcha y salgo a un camino lleno de barro y arena. En una misma calle cuento siete chalets en obras, con sus respectivos contenedores. Veo que mis vecinos no son los únicos y que una extraña pasión por el bricolage se ha adueñado de los ripenses. Qué raro que hayamos dejado escapar el IKEA...

Me encamino hacia el Cerro del Telégrafo y subo por la pasarela hasta su punto más alto. Cada vez que paso por el Chico Mendes me acuerdo de los restos de la Guerra Civil que se erigían en su lugar, aquellas cuevas y túneles inexplorados que se cegaron por varios años de dejadez y que ahora podrían haber sido incluidos en ese estudio del Ayto de Rivas sobre el frente del Jarama. Más perros sueltos y ciclistas, amén de grupos de chicos y chicas que parecen volver de marcha ahora. Por lo menos, se llevan las botellas en las anodinas bolsas del Carrefour. Punto para ellos...

El olor de los pinos reconforta. Me cruzo con algunos conejos en el camino hacia el río: Más allá empieza la estepa caliza, sin árboles ni sombra. Solamente alguna higuera enferma y zarzas que verdean. Al fondo, se intuye el río y la luz del sol se refleja en los tejados de las naves del polígono industrial de Velilla. se está a gusto paseando en silencio. Hace rato que he dejado duelto a mi perro, que sube y baja por los cerrillos siguiendo el rastro de los conejos. Ahora, la ciudad que está a mi espalda cobra un nuevo sentido. Bandadas de garcetas se levantan de las lagunas y se encaminan a Valdemingómez, surtidor inacabable de comida para ellas. También me sobrevuelan algunas cigüeñas, tejiendo círculos lentos y gráciles.

Llego al río. El camino que solía tomar para bordear los cortados está interrumplido. Ha habido algún desprendimiento este invierno. También los cortados están destinados a desaparecer. El mugido de un ternero llega desde la otra orilla. Mi perro se sienta al borde del cortado. Tiene la lengua fuera por la caminata y el calor. El viento que sube del río, con olor a humedad y cieno, nos refresca mientras le acaricio el lomo. Los álamos se mecen y murmuran haciéndole los coros al río. Algunos patos se buscan la vida entre los juncos. Mi perro y yo echamos de menos a alguien. Nos miramos y nos entendemos.....

Llega la hora de volver, cuesta arriba y con sed. Algún gracioso se ha dedicado a cambiar las flechas que indican la ruta de los cortados. Las vuelvo a poner en su sitio. Mi perro, cansado, ya no trota a mi alrededor e ignora a un gazapillo que nos observa desde la ladera.

Volvemos a la civilización. Los chalets en ruinas nos saludan con sus pintadas y sus aires de Bronx. Las fuentes no funcionan y nos resignamos a beber en casa. Familias con niños se suben a 4x4 relucientes y se van camino del vermú. Padres aburridos se leen el periódico sentados en un banco mientras que sus hijos corretean por el parque.

Mi perro y yo volvemos a echar de menos a alguien.

domingo, 4 de febrero de 2007

Para limpiar el espíritu

nusubito ni
torinokosareshi
mado no tsuki

"El ladrón
se dejó al marchar
la luna en la ventana"

Vislumbrando lo peor.

Me propuse como objetivo al empezar este blog no tratar más que temas aburridamente locales. Sinceramente, las grandes cuestiones de la humanidad me traen al pairo cuando escribo en esta pequeña cajita de Blogger. Me autoimpuse esta norma como medida de higiene mental y casi ética, porque cada vez que voy al pueblo de al lado y veo la que está cayendo, no dejo de asombrarme de lo enrarecido que está el panorama político. Unos se graban en reuniones donde se espera cierta discreción, otros tienen lapsus linguae y hay una oportuna bandada de aves carroñeras esperando sacarles los ojos y las tripas con palmeros jaleándoles desde todas las esquinas del rencor....

Hoy me siento impelido a divagar conmigo mismo a propósito de la manifestación de ayer y, sobre todo, de los lemas de la misma. No alcanzaré nunca a entender a los que pueden corear consignas como la de "Zapatero, al hoyo con tu abuelo" o "Zapatero, coge la maleta, y vete con la ETA". Confundir al Gobierno con los terroristas y apropiarse del himno nacional como algo exclusivo de los que ayer se reunieron supone el insultar a la mayoría de españoles que dieron su confianza al Presidente del Gobierno. Pues sí, yo también me he sentido insultado y dolido por la cerrilidad del discurso del PP y sus acólitos, a quienes, por desgracia para mí, tengo que informar que he escuchado lemas parecidos en manifestaciones en las que no se les ocurriría poner el pie, donde abundan las hachas y las serpientes. Su discurso empieza a ser tan delirantemente obsesivo como las de los seguidores de Batasuna: conspiraciones, banderas comunes pero excluyentes... No sé donde iremos a parar con esta tendencia, pero me parece que a nada bueno. Ójala a algún dirigente de Génova se le abran los ojos y decida que ya han estirado demasiado el asunto del 11M y de que,por el bien de la convivencia y de la democracia, ha llegado la hora de hacer oposición, pero leal.