domingo, 11 de marzo de 2007

Días de pancartas y banderas

Intento resistirme a tratar asuntos que suceden en el pueblo de al lado, pero la manifestación de ayer y los motivos por la que se convocó me provocan inquietud. La manifestación de ayer no deja de ser un logro de la democracia y me produce una enorme satisfacción el comprobar que vivor en un país donde se puede discrepar de la opinión del Gobierno con absoluta libertad. Sin embargo, creo que el PP está tensando demasiado la cuerda y jugando con ideas centrales del Estado de Derecho, abriendo puertas que serán difíciles de cerrar cuando las cosas vengan mal dadas. La actitud de "sostenella y no enmendalla", a pesar de que poco a poco se van desmontando las razones sobre las que se construyó esta enorme mentira, traerá lodos que están en la mente de todos y que en algunos blogs de extrema derecha se ufanan en proclamar. El Estado de Derecho no es una falla como las que se están ultimando por estas fechas en Valencia. Cuesta mucho construirlas para luego dejarlas arder durante una noche por voluntad propia. El PP acude a estas manifestaciones con la yesca preparada y a punto para socavar un poquito más al Gobierno, pero no se da cuenta de que se está perjudicando a sí mismo e hipotecando su futuro margen político si algún día vuelve al gobierno. Su estrategia de dinamitar el centro obligando a sus votantes a adoptar posiciones extremistas les podrá dar réditos electorales, pero esa operación de acordeón les va a nutrir de elementos radicales de lso que tendrán que deshacerse después para normalizar su contenido democrático.
Lo vivido en el blog "A sueldo de Moscú", del que me declaro visitador frecuente, me ha ilustrado sobre el corto alcance (menos de un vuelo de gallina) de la voluntad democrática de este sector de la derecha, que a la mínima recupera el discurso del 1936. Puestos a elegir discursos, podrían haberse buscado otros modelos, que en la ideología conservadora los hay y muy buenos.
Por mucho que este gremio oscuro hable de "chekas", "rojos" e "himnos", la izquierda actual tiene bastante superado ese problema. Los nostálgicos del socialismo / comunismo real de corte estalinista son bien poquitos y se recluyen en sesudas revisiones de la historiografía marxista. Sin embargo, los nostálgicos del fascismo están ahí, bien visibles con sus banderas y sus himnos, dispuestos a la acción y a enfrentarse al peligro comunista, cuando el principal peligro lo tienen en sí mismos.

España no se merece esta derecha con memoria de pez y visión de túnel.

jueves, 8 de marzo de 2007

Ladrando su odio por las esquinas...

Por asuntos de trabajo, he tenido que viajar fuera de España durante un par de semanas. Así pues, un buen día preparé la maleta, dejé a mi perro en su residencia habitual y me dirigí al aeropuerto para emprender un vuelo intercontinental de varias y larguísimas horas.

El viaje no empezó bien, ya que el taxista que me esperaba en la puerta de mi casa tenía al insoportable Jiménez Losantos destilando veneno por la boca de tan buena mañana. El atasco de la M40 dio alas al señor taxista y se lanzó a tantearme ideológicamente dejando caer algunos comentarios verdaderamente capciosos que procuré evadir con respuestas lo más políticamente correctas posibles, ya que con 10 horas por delante de avión, lo que menos me apetecía era empezar un infructuoso debate sobre lo malo malísimo que es Zapatero y sus compinches y la santa paciencia de Rajoy y sus cohortes.
En fin, que me alegré cuando me vi en la T4 con mis maletas, mi soledad y mi Ipod, amen de mi bolsita transparente con mis efectos personales a la vista de todo el mundo. Tras casi 40 minutos para embarcar, con cacheo electrónico de por medio, pude por fin acceder al avión con mi bolsita transparente oculta por sendos ejemplares de "El País" y "La Vanguardia". Nada más sentarme, la persona que me tocó al lado me miró de reojo y consideró que el portar ambos periódicos constituía una afrenta para sus convicciones, así que en cuanto dejé mi equipaje de mano en el compartimento correspondiente y me senté, se levantó y fue a pedir a la azafata sus ejemplares de La razón y ABC. Mi desdicha no había hecho sino empezar, ya que tras el despuegue del avión, se dedicó a hacer sus ejercicios de lectura crítica por encima de mi hombro y a cotejar las informaciones que leía en mi periódico con lo que afirmaban sus dos diarios, en un vano esfuerzo por hacer proselitismo. Como veía que yo no entraba al trapo, en seguida me dio conversación y empezamos a hablar de los motivos que nos obligaban a viajar. El se dirigía a una ciudad del Medio Oeste norteamericano a un congreso de medicina. Cuando le conté a lo que me dedicaba (trabajo en algo relacionado con el Derecho) le sorprendió que, dada mi profesión, leyese esos "panfletos sectarios" en lugar de periódicos serios.